lunes, 8 de octubre de 2012

El Puente

     -Tienes que mostrarle la tarea a la Profesora, acuérdate.-dijo la señora envuelta en lanas a su hijo.
     Comenzó a dudar de la capacidad de hablar del chiquillo que permanecía apegado al cuerpo de su mamá, mirando hacia el frente. No parecía muy preocupado en realidad, de si tenía que entregar una tarea o no.
     Los postes desfilaban al avanzar el microbús, con sus luces anaranjadas alumbrando el suelo.Todavía estaba oscuro, mientras el microbús se trasladaba por las calles de la ciudad, y no había nada nuevo en aquel recorrido, visto y revisto, que cada mañana debía hacer para llegar a destino.
     El agua servida podría pasar por un proceso de depuración, y en este caso el agua resultante sólo puede utilizarse para...
     La música seguía sonando por lo auriculares, y tomó conciencia de ella. No recordaba haber escuchado las canciones que iban antes de la que estaba sonado ahora. Su mente estaba repasando recuerdos en lugar de estar fijándose en lo que mostraba la ventana o escuchar la música que llevaba.
     Una vez más, ¡de nuevo!, ¿qué te pasa?Es algo tan básico...ya, déjalo.
     Aquel día debía enfrentarse nuevamente a sus quehaceres. Le abrumaba pensar en la cantidad de cosas que debía hacer para cumplir con cada obligación, junto con pensar en el poco tiempo que disponía para realizarlos.
    -Chuuuuuu.
    Taca taca taca taca ta.
    -¡Mira Martín!
    Miró rápidamente hacia su derecha y vio a la mujer envuelta, comenzando a agacharse para recoger un montón de monedas que se le habían caído. El niñito, parecía no haberse dado cuenta y con suerte se corrió hacia un lado para que su mamá empezara a buscarlas.
    La mujer se tuvo que poner de pie, empujando a los pasajeros que iban de pie en el pasillo, tratando de ubicar en la penumbra del bus, las monedas que estaban desparramadas por el suelo. 
   Inmediatamente, sintió angustia pensando en cómo iba a recoger la mujer todas las monedas que se le cayeron, miró hacia el suelo intentando ubicar alguna para ayudarla. Pero al cabo de unos segundos, trataba de contener la risa, ya que la mujer se encontraba extremadamente agachada, con las lanas que la envolvían rosando el suelo y empujando con el trasero a los demás pasajeros, los que estaban ya bastante molestos con toda la jarana de la vieja, y no se molestaban en hacérselo saber. El microbús hacía mover el cuerpo de la mujer, quien se mecía y no podía recoger las monedas con la precisión requerida, mientras emitía quejidos de esfuerzo. El niñito miraba fijo, como si su madre fuera el ser más desconocido que existía, pero no hacía nada.
   Tardó algunos minutos en reunir todas las monedas. La mujer se sentó, algo sudada, abriendo el monedero y riendo despacio, como si acabara de hacer el espectáculo más agradable. Pudo escuchar cuando la señora contaba de a una las monedas en voz baja y rogaba dentro de su mente que estuviera todo el dinero, para que la señora envuelta no fuera a armar otro jaleo. No dudaba que la mujer sería capaz de revisar el vehículo entero para encontrar cualquier moneda perdida. La gente del pasillo, la miraba entre burlona y risueña, mientras la mujer atraía hacia a ella su hijo.
  -Claro voy a estar perdiendo plata pa’ no empujarloh.-dijo, entre risas mirando hacia la izquierda. No pensaba que le iba a hablar de nuevo y se sorprendió un poco, junto con avergonzarse por haberla estado mirando demasiado.
  Respondió con una risa forzada.
  -Mira Martín, se me cayó la plata jaja.- el niñito parecía no haberlo descubierto.
   El microbús seguía avanzando, ya en la última calle antes de llegar a la otra ciudad. Avanzaba, dejando atrás las últimas casas e ingresando en un pasadizo que se encontraba a un nivel más bajo del que venía recorriendo. Al pasar por aquel pasadizo, el microbús se vio cruzando bajo los rieles en que pasaban los trenes, y se aproximó hacia el gran puente que los separaba de la otra ciudad.
   Que no me apaguen la luz, que necesito encontrar. Buscar en cada rincón, los pedazos del tiempo que vimos crecer.
   Recordó nuevamente el reportaje de las aguas servidas de la noche anterior y se preguntó si que es que en realidad aquel río que se comenzaba a iluminar por el sol bajo el puente ferroviario, era el que recibía todas las descargas de la cuidad. El microbús comenzó a avanzar por el puente, siguiendo a la hilera de vehículos que comenzaban el día, junto a otra hilera que venía en sentido contrario. El vaivén del microbús seguía meciendo a los pasajeros que iban de pie, y sonaba fuertemente por los desperfectos del suelo. 
   ...y aunque sea un poquito para revivir. Debo admitir que todo es muy distinto sin ti. Sigues dando vueltas en mi cabeza.
   Pero el vaivén cambió de sentido, meciendo a los pasajeros en sentido de las ventanas. ¡Prrrum! Tuvo que afirmarse instintivamente en la manilla del asiento, cuando en aquel momento comenzó a sentir que el movimiento del suelo era demasiado. La gente había comenzado a hablar, pero un grito generalizado precedió al ruido de un fuerte impacto con el microbús que iba adelante. La adrenalina comenzó a aumentar al instante, el suelo se movía demasiado y en la hilera continua los autos parecían retroceder, hasta que con horror vio que ellos se aproximaban más hacia adelante y que de a poco se estaban inclinando ellos mismos en sus asientos. ...gues dando vueltas en mi cabeza, dando vueltas.
  Las personas del pasillo, de todas las edades perdían el equilibrio y se apretujaban en dirección de la cabina del conductor. Los gritos continuaban, pero ella no podía emitir sonidos. Pronto se sintió un fuerte impacto en la parte trasera, haciendo que los pasajeros que allí estaban dieran un fuerte grito.
  Ya era evidente, y no había duda, estaban cayendo hacia adelante. Todo el microbús se estaba cayendo.
   -¡¡¡Martín!!!