miércoles, 16 de febrero de 2011

Que veinte años no es nada...

Parto escribiendo en este blog, asumiendo que ofendí anteriormente el blog de una persona, y que me animé a abrir uno, luego de leer el blog de otra. Habiendo ya hecho esas confesiones me dispongo a escribir.
Hace muy poco cumplí dos décadas de vida, y el resultado es algo sorpresivo.
Las personas al crecer, comúnmente van olvidando sus vivencias, y ciertos episodios puntuales de su vida, exceptuando aquellos hechos decisivos. Pero el hecho de guardar en la memoria, datos tan raros y absurdos; detalles sin importancia de tus vivencias, hacen que cualquier recuerdo se vuelva vívido en tu mente y pareciera estar más cerca en el tiempo de lo que realmente está. Cuando pasa algo tan importante como lo que ocurrió el 27 de febrero de 2010, en Chile, probablemente las personas recordarán su posición exacta, los lugares a los que se dirigieron, la primera persona a la que hablaron, las palabras que dijo, y la posición de los objetos que se cayeron con el remezón; todo parece haber sucedido hace muy poco, cuando en realidad ya ha pasado casi un año de eso. En tales situaciones es común aquel fenómeno, pero cuando los detalles de la vida diaria van quedando almacenados de manera nítida en la memoria, la velocidad de la misma se percibe abismante.
Junto con aquel sentir, se vuelve bastante irritante el hecho de que pocos se acuerden de lo que les dijiste el día anterior u olviden por completo algo importante que les contaste. O más aún, el recordar detalles demasiado minuciosos hace que quedes como un obsesivo o un ocioso, cuando en realidad es una habilidad natural y el memorizar datos un hobbie. Pero el hecho de guardar datos en la mente debe servir para algo (¡¡por favor!!), como lo puede ser en este mismo caso, el verterlos sobre una hoja blanca, un mejor lugar que la olla a presión de la mente.
Aquellos datos de los que hablo, son cosas tan extrañas como la distribución en las sillas de los invitados en un cumpleaños, las opciones telefónicas de cada participante en un concurso de cantantes (dame una hoja y te lo compruebo), el orden de eliminación en un reality; y lo que más me sirve, las palabras exactas de las personas que me hablan, incluyendo la entonación (aunque a veces me equivoco).
Sea como sea, me sorprende el paso de los años; el hecho de que recuerdo con lujo de detalles mi primer día de clases, las licenciaturas, las reuniones familiares, los programas de TV de hace 15 años, y todavía más anterior a eso, recuerdo estar en brazos de mis padres, mostrando con mis dedos que tenía 3 años, pasando días de canciones en la escuela dominical, y muchas otras cosas. Y lo que produce eso, son dos sentimientos. El primero, el de pensar de que en 20 años han pasado cosas fenomenales, de las que me siento feliz y orgulloso de recordar; distintas cosas que quizás otras personas con más de  20 años no hayan podido vivir. El segundo, es todo lo contrario, la impaciencia que da el pensar que no todas las habilidades han sido explotadas y que el “nunca es tarde” está llegando a su fecha de vencimiento, en cuanto a experiencias y ganas de hacer cosas se refiere.
Pese a lo anterior, puedo decir que aunque estos 20 años han pasado demasiado rápido para mi gusto, el vivir otros 20 me hace tener ganas de taparme los oídos y olvidar que el tiempo corre. Olvidar. Para mí eso es un poco dificil.

                                                                                                          Fdo

PD: Preguntas, ¿Tienes una memoria similar o te cuesta recordar las cosas?. Respecto de los dos sentimientos que expreso, ¿cuál te identifica más?