miércoles, 20 de abril de 2011

Cuéntame al oído...

Comienzan a transcurrir los días más aceleradamente. Trato de pensar pausado y no puedo detenerme. Pero eso a nadie le importa realmente, asi que pasemos a un tema más interesante.
Cuando ingrese a la adolescencia, y más especificamente, cuando ingresé a la Enseñanza Media, las distintas vivencias pasaron a utilizar un lugar concreto. Un cuaderno, dos cuadernos, hojas sueltas, dibujos, agendas, etc. Todos esos eran secretos guardados y resguardados.
No me deja de parecer apropiada la correlación que inventé en algún momento con los peligrosos y ficticios Horcruxes de la saga de Harry Potter. Si hay algún muggle entre mis tres o cuatro lectores, les cuento que un Horcrux es un objeto en el que un mago deposita una fracción de su alma. Obviando la parte en que hay que cometer un asesinato para producir esa división, cuando pasas al papel un secreto, o un relato de vida, pasas a transformarlo en un Horcrux, porque pasa a tener una parte de tí, y que debes tener cuidado de no perder...como yo. Sin ningún ánimo de culpar ni de reprochar, cuento que olvidé uno de mis cuadernos en la casa de alguien. Tiempo después confesaron haberme leído. Rayos. Tomando la responsabilidad, creo que mi error fue haber escrito una advertencia de seguridad en la portada de mi cuaderno, recordando siempre que fue a mi el que se me quedó, nadie me lo robó ni nada...
En fin. Creo que lo conveniente ahora es definir secreto. No es que guarde demasiados secretos tras de mi vida. Pero para alguien que acostumbra a comentar lo que pasa a diario en cualquier hoja que se pase por delante, y que cuando entra en esos momentos de trisrabia no encuentra mejor que contarle sus cosas al papel, la rumita de hojas cada dia se hace más gruesa. Más que secretos, en realidad, son cosas que no me gustaría que otros leyeran, por el solo hecho de haberlas escrito para mí.
Ahora, el tema este de los secretos lo abordo para reflexionar acerca de que tan confiables somos para guardar un secreto. Mi memoria del año 1998, me lleva a una escena en que mi profesora nos hablaba de guardar los secretos de los amigos, pero que guardar el secreto de que tu amigo mató a una persona, era incorrecto. Claro, básicamente porque te acusarían de complicidad, sin embargo, un secreto similar no creo que sea guardable. (Asi que, amigos, si matan a alguien, no me lo cuenten, que yo los delataré en seguida). Pero olvidándonos de ese secreto en particular, ¿qué tan buenos somos para guardar secretos? Tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac. ¡Tiempo! ¿Respuesta?
4 o 5 años atrás, mi respuesta no podía ser positiva. Siempre he tenido como valor, el guardar en secreto las cosas que me relatan mis amigos, pero cuando mi cabeza estuvo llena de información, solía dar información importante a unos acerca de otros. No con el ánimo de chismear, en lo absoluto. Pero era la mala costumbre de "¿sabías que X bla bla bla? ¿No? Yo cuando supe fue impactante, ya pero no le digas que te conté, pero te cuento porque fue muy impactante"
Luego de una rehabilitación, en la que participaron muchos factores, entre ellos los potenciales problemas que puedes ocasionar si cuentas algo y la madurez(?) del tiempo, puedo decir que esa vieja costumbre va quedando en el pasado. Me parece tan importante guardar un secreto ajeno, o los detalles de una conversación, como el no volver a perder mi cuaderno. Estamos en un mundo adulto, las cosas pasan de boca a oido a una velocidad enorme; hay una curiosidad interiorizada en nuestra cultura, y quizás en nuestro mundo de observar qué hace el otro. Y sin quererlo, o sin pensarlo bien, podemos ser eslabones de esa cadena. Jajaja, me acuerdo del hilarante juego del teléfono, cuando el último dice que la tía se comio un pato, cuando el mensaje original era que el computador estaba malo.
No soy absolutamente nadie para dar una moraleja, mis curas gaticas del pasado en materia de secretos me condenan. Pero tratemos de olvidar lo que hace el resto, intentemos ignorar a las personas en cuanto a lo que se dice de ellas y veamoslas por cómo son. Protejamos la confidencia de un amigo, como las llaves de la casa, la caja de clínica, el micromotor, etc.
Cuando los secretos o las situaciones abruman, suele pasar que se descarguen en una tercera persona las cosas que pasan, y las situaciones ajenas. Me pregunto si eso es correcto o no. Lo que si sé, es que este nuevo mundo que enfrento me invita a ser más discreto y un mejor confidente.