sábado, 7 de mayo de 2011

Ríe, ríe...

Hoy día vamos a hablar de cosas felices, aunque bueno, no es que aquí los días seas muy felices, pero partamos. El reír ha sido para mí, uno de los verbos más presentes en mi vida y en mi historia. Tanto así que el tener algo de qué reírme, se convierte a veces en mi búsqueda principal. Quienes me vienen conociendo ahora, dirán que mi expresión facial no concuerda con las palabras aquí escritas, pero en las siguientes líneas quizás se podrá entender la razón.
Cada vez que algo me causa mucha gracia, suelto una carcajada. Me han dicho montón de veces, que esa risa es contagiosa. Que me río con ganas. Que riéndome yo, se ríen ellos. Que parece una metralleta... Yo sé que esa risa mía es explosiva y fuerte. Y lo mejor para mí es que es una risa laaaaarga, y con efecto residual. ¿Pero en qué momentos surge esta risa?
Debo agradecer, que durante los años que llevo en el planeta siempre ha  existido a mi alrededor gente que me hace reír; desde que nací hasta el día de hoy mi madre (muchas veces a propósito), me dice cosas que me hacen desternillar de risa, incluyendo el tirarme al suelo, lágrimas y dolores de guata; lo peor es que en medio de esos ataques en lugar de quedarse callada, prosigue con su cometido. Para más remate, 7 años después de mí, viene al mundo otra persona que por su forma de ser y capacidad para soltar información en los momentos más raros (con bastante astucia), logra multiplicar esa cantidad de episodios.
Al ir creciendo fue aumentando aún más esa cantidad de personas. Pero el año 2002 se activó una forma mucho más precisa de reír, conociendo a una amiga de mi curso con que se logró construir muchos códigos de expresiones faciales, canciones, sarcasmos, palabras especialmente inventadas y lo mejor: imaginarse situaciones lo más elaboradas y absurdas posibles que te hacían borrar los límites de posibilidades de reír. Con esa herramienta bajo el brazo, a la llegada al liceo, sólo era necesario el encuentro con las personas idóneas. Siguieron las carcajadas, siguió aumentando el código, imitar personas, cambiar la letra a las canciones, hablar como gitano/a, como el tío lalo, como tonto, como la vieja de la novela, molestarnos mutuamente...y el infaltable doble sentido.
Pero fue necesario que pasara un año más, y que nuevas personas ingresaran al liceo para que la verdadera hilaridad se produjera. El ingreso a cierto programa de cierta Universidad de ciertos talentos, fue la puerta de entrada para el verdadero código de risa ya no solo de un par de personas, sino de un grupo completo de personas, cada una con capacidad para imaginarse cosas chistosas, para entender cuando uno hacía referencia a una película, a una parte de una canción, a hablar un poco más lento, como niños, a imitar a la Paty Lake con sus chiquillitos y sus viajes por el mundo, a la O. Peña, a reírse de las tribus urbanas, a imaginar que tío Gustav golpeaba a la ppena, a subirse al bus y mostrar cartelitos a la gente con mensajes de seguridad, a hacer nuestros propios personajes, nuestras propias frases, a golpearnos, a reírnos el uno con (del?) otro, y lograr todo eso con una espontaneidad admirable.
No puedo creerme a mí mismo que pudimos llegar a conformar un grupo tan genial, donde el pegamento es la risa, donde no es nada más necesario que juntarnos y hablar o cantar, donde más de una vez he escuchado el comentario de nuestros padres de que somos bastante especiales para nuestra edad (y con lo último, quizás yo el más), que el grupo que formamos no es como la mayoría.
Fuera de que la risa ayudaría a bajar de peso y a evitar el cáncer (lo escuché hace mucho, perdón si no es así), el efecto que queda luego de sufrir un ataque de risa masivo con tus amigos, es algo anestésico y satisfactorio, mejor que juntarse a beber y mejor que tragarse humo.
Hoy en día, me encuentro enfrentado a un mundo donde mi risa no encaja, porque ¿dónde podría ser?, sumando a eso ciertas preocupaciones, y el hecho innegable de que ese código de risa no está en otros, el resultado es que los momentos de risa son mucho menores. Ya no todo te hace reír, porque tienes tu propio esquema.
Pudiera ser un tanto frívolo el distinguir a las personas por la capacidad de hacer reír, pero no es lo único, ni lo más importante para mí en otros. Y recordando las palabras del tío Oscar, los hermanos de sangre no se eligen, pero los amigos son hermanos que sí.
Me dispongo a revisar cuales han sido los momentos más hilarantes que recuerdo y se me vienen a la mente los siguiente momentos: una persona atrapada en la puerta de un bus, la canción del Sábado Gigante, el INSTRUMENTAL de un karaoke, una mamá perseguida por el carpintero, la odisea del waka-waka de Shakira, una imitación gitana, una imitación campesina; la Paty Lake en Hollywood, con los Thundercats, en el titanic, en cuba, y su aventura con las pelelas y las casitas; cantar ópera, la sesión espiritista de Corrasca, el super chico chico, la imitación peruana, la película de chaplin, la historia de la llave de agua rota, el imaginarse a la profe mojada por la lluvia electrocutarse con el notebook, ¿y vamos a ir a la tiendita?, tengo que ir a un evento, el baile del abuelo, los videos de la tigresa, la canción se las Spice, los chistes del tío Ramón, la peluca del maniquí, ¿no cierto? ¿o no?!, gente que se tropieza, que dice palabras mal, que se asusta con los ojos del tío, que cree que el triangulo de la vida es una invocación, imaginarse a la dire bailando en su oficina, y toooodos los momentos que ocurrían a partir de los hechos que iban ocurriendo.
Me gusta reírme, pero porque cuando lo hago, hay alguien junto a mi lado, que se ríe también. De qué te ríes, te define bastante. En otras palabras, dime de qué te ríes y te diré quien eres. ¿No cierto? ¡O No! Jajajajajajaja.

PD: todos quienes participaron de esos momentos, sepan que les agradezco que sean así y que me hagan feliz.